La mayoría de los grandes inventos de la humanidad surge para dar respuesta a una ilusión, un deseo o un miedo. Pero muchos otros tienen su origen en algo tan básico como la pereza o, dicho de manera más ortodoxa, en la necesidad de optimizar tiempo o recursos. Uno de esos inventos nacidos de la desidia humana fue el Internet de las cosas (IoT) de la mano de un colectivo propenso por naturaleza al ahorro de energía: los estudiantes.
En 1982 los alumnos de la facultad de informática de Carnegie Mellon University de Pensilvania (EEUU) se veían obligados a subir o bajar varios pisos para hacerse con una coca-cola. La única máquina expendedora de refrescos estaba situada en el tercer piso, así que subir esas tres plantas o bajar desde la octava suponía un engorro, sin mencionar la frustración si se encontraban con que no quedaban bebidas o no estaban suficientemente frías.
Para evitar esto y ahorrarse hacer un viaje en balde, un grupo de estudiantes conectó la máquina expendedora a Internet instalándole unos micro-interruptores. A través de un programa podían controlar el tiempo que la botella había estado dentro la máquina, así como el número de unidades disponibles mediante un comando que arrojaba lecturas con este aspecto:
EMPTY EMPTY 1h 3m COLD COLD 1h 4m.
De esta manera toda la facultad podía consultar si quedaban coca-colas bien frías antes de subir o bajar unas cuantas decenas de escalones: había nacido el Internet de las cosas.
La idea tuvo tanto éxito que otras universidades la copiaron, e incluso llegó a ser posible comprar bebidas a través de ARPANET, antes de que esta fuera sustituida por los protocolos de la WWW unos cuantos años después.
Y desde entonces hasta ahora, cuando la nevera, la báscula, la aspiradora y todo tipo de dispositivos están conectados a Internet con el fin de hacernos la vida más fácil… y de paso, monitorizar y auditar todo lo que hacemos o nos gusta.
COMBINACIÓN DE ESTILOS DE INNOVACIÓN
Las buenas ideas pueden anidar en muchas cabezas, pero para llevarlas a cabo son necesarios diferentes tipos de personas. Según el tan breve como preciso libro «Cómo poner en marcha la innovación» de Theodore Levitt es precisa la combinación/participación de al menos tres perfiles:
1. Los generadores de ideas
Son aquellos individuos con esa capacidad especial para soñar formas nuevas o diferentes de hacer las cosas. Siguiendo nuestro ejemplo, hubieran sido estudiantes que imaginaban un mundo ideal donde los refrescos «se teletransportaban» a sus habitaciones simplemente con desearlo (aún estaban un poco lejos de la era de Deliveroo, Glovo o Amazon, que nos acercan todo tipo de productos a domicilio en cuestión de horas o incluso minutos).
En las empresas, los generadores de ideas no tienen por qué estar en el área de innovación o de desarrollo de productos/servicios nuevos, sino que las buenas ideas surgen en cualquier mente estimulada para observar el entorno y pensar soluciones creativas a situaciones o problemas existentes o futuros.
2. Los facilitadores de ideas
Se trata de esas personas que saben generar las condiciones adecuadas para el desarrollo de las ideas, ya sea facilitando recursos materiales o inmateriales o consiguiendo apoyo, patrocinio, espacios físcos, tecnologías o simplemente tiempo para que la chispa de la innovación se convierta en llama.
3. Los promotores de la innovación
Se pueden definir como los responsables de hacer que la idea se ejecute, materialice y consolide. En ocasiones este perfil puede coincidir con el del generador de la idea, pero no es una condición imprescindible. El promotor o espónsor de la idea será capaz de llevarla a cabo porque cuenta con la experiencia, la energía y las habilidades necesarias para ello.
EN CONCLUSIÓN
Según se indica en la obra de referencia citada, diferentes estudios afirman que la figura clave para que una buena idea tenga éxito es la del promotor, esa persona comprometida y entusiasta. El espónsor tendrá las habilidades imprescindibles para que algo que no existe más que en la imaginación o en las páginas de un Business Plan se materialice: constancia, pundonor, capacidad de negociación y de escucha, flexibilidad, apertura de mente, resiliencia y altas dosis de resistencia a la frustración que inevitablemente llegará. Todas ellas capacidades imprescindibles en un momento histórico tan cambiante como el que estamos viviendo.