Usted tendrá un máximo de 150 amigos durante toda su vida, incluyendo amistades presentes, del colegio o de la universidad, compañeros del trabajo, contactos de redes sociales como Facebook e incluso la gente que aún le queda por conocer. 150 es el número de Dunbar, una cifra basada en la observación antropológica que determina que esa es la cantidad de relaciones significativas que una persona puede crear y mantener durante toda su vida. Según Dunbar, para que 150 personas decidan permanecer juntas –en una villa o poblado- deben tener un incentivo común muy alto: es decir, más beneficios por estar juntos que por estar separados o con otros individuos.
De todos nuestros contactos, la ciencia demuestra que solo el 53% de las personas que creemos que son nuestros amigos lo son en realidad, es decir, que ellos también nos escogerían como amistades si les preguntaran. Sin embargo, si miramos nuestra lista de Facebook, tenemos amigos, amigos de amigos, conocidos y gente que no sabemos ni cómo llegó a estar en contacto con nosotros.
Si depurásemos esa lista de personas y nos quedásemos con los amigos “de verdad”, el número bajaría bastante, y nos quedaríamos con unos 140 o 150… De nuevo el número de Dunbar. Y aun sabiendo todo esto, seguimos frecuentando las redes sociales en busca de desconocidos o “apenas conocidos” que nos den un like, a los que poder echar un vistazo curioso a sus muros, en busca de aprecio y reconocimiento.
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Facebook es un entorno de socio-entretenimiento online que tiene más de 1.590 millones de usuarios en todo el mundo. En 2012, un grupo de investigadores de la Universidad de Londres realizó un estudio con el fin de analizar por qué le gusta facebook a tanta gente. Los resultados son muy interesantes, y extrapolables a otras redes sociales. En su obra “El arte del entretenimiento”, Óliver Pérez Latorre destaca tres factores del éxito de Facebook basados en dicho estudio:
- Capital social y narrativa cotidiana
- Sentimiento de pertenencia
- Flexibilidad en la construcción identitaria y autoestima
¿Cómo lleva el poder de engagement de Facebook a las redes sociales corporativas?
Antes de nada, recordemos que usualmente estas redes o comunidades suelen tener un objetivo de aprendizaje/conocimiento o bien compartir prácticas y experiencias dentro de la empresa entre diferentes grupos de interés.
- Capital social y narrativa cotidiana:
A través de Facebook encontramos y aportamos información de nuestro entorno y la compartimos con personas de gustos similares. Es lo que algunos estudiosos definen como “ampliar nuestro capital social”, es decir, construir una red de contactos que nos ayuden a confirmar nuestras opiniones y ampliar los argumentos en su defensa. Dicho de otro modo, lo que encontramos y compartimos en nuestros muros nos auto-legitima y nos empodera.
Como en Facebook, en las redes sociales corporativas todo lo que encontramos y compartimos nos ayuda a encontrar líderes de opinión o expertos, personas en las que confiamos como aportadores de información, o bien para convertirnos nosotros mismos en “influencers”. Aprendemos de unos y enseñamos a otros, y del mismo modo que usamos Facebook para hacer marketing de nosotros mismos (nuestros hobbies o intereses), en las comunidades internas podemos promocionar nuestra faceta profesional (en qué somos buenos/expertos), lo cual aumenta nuestra empleabilidad y nos hace más atractivos para nuestros jefes actuales o futuros (promociones, ascensos, etc.)
- Sentimiento de pertenencia:
Según Dunbar, para que un grupo de 150 personas permanezca unido, debe dedicar al menos un 42% del tiempo a la socialización. Teniendo en cuenta que los españoles permanecen, de media casi 3 horas diarias en Facebook, no parece imposible pensar que esos mismos tiempos de socialización los pueden aplicar en ambientes laborales.
Sin embargo, es mucho más difícil crear ese hábito en las comunidades corporativas. El miedo a la exposición, al “qué dirán”, a dar la sensación de perder el tiempo y otras razones hacen que sea frecuente que las redes sociales internas se queden desiertas o que apenas se usen para lo que se diseñaron. Por eso, como en Facebook, es importante configurar bien los grupos en las comunidades de las empresas, definiendo círculos de intereses comunes y con objetivos compartidos.
- Flexibilidad en la construcción identitaria y autoestima
El primer paso cuando comenzamos a usar Facebook es construir nuestro yo virtual: quiénes somos, qué aspecto tenemos (o nos gustaría tener), qué nos gusta y dónde vivimos. Después podemos empezar a subir fotos, compartir vídeos y noticias o a “cotillear” los muros ajenos. Pero lo primero es, sin duda, definir nuestro yo (o el “yo” que queremos compartir con los demás.)
En las redes sociales corporativas cada persona construye también un yo que es una mezcla entre la realidad y la aspiración: nos basamos en lo que sabemos y en lo que somos para resultar atractivos laboralmente a nuestros compañeros, explicando nuestras áreas de expertise, nuestras habilidades y conocimientos, etc. A todos nos gusta sentir que somos importantes, y que otros también lo piensen. Por eso las redes sociales deben dar espacio para esta expresión de los méritos de cada persona, porque será muy útil para identificar expertos internos y crear relaciones interesantes.
Para saber más:
- Lo dice la ciencia: tienes menos amigos de los que crees. http://www.elmundo.es/papel/todologia/2016/07/12/5783be2a468aebb6608b459e.html
- ¿Cuánto tiempo pasas mirando Facebook, WhatsApp, Twitter o Instagram en tu tiempo libre? http://www.abc.es/tecnologia/redes/abci-cuanto-tiempo-pasas-mirando-facebook-whatsapp-twitter-o-instagram-tiempo-libre-201605162111_noticia.html
- Pérez Latorre, Óliver. “El arte del entretenimiento”. https://www.amazon.es/Arte-Del-Entretenimiento-El-Kaplan/dp/8475849830