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Identidad personal vs. Identidad corporativa

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R. es directivo de una gran empresa de servicios de telefonía. Durante 16 años ha ocupado diferentes puestos hasta llegar a director del área comercial. Un ERE inesperado provoca su salida de la compañía. R. se siente lógicamente aturdido por el cambio de situación, pero en seguida se pone en marcha para revisar su red de contactos y reactivar su carrera profesional. Sin embargo, hay un detalle que le causa desasosiego: ¿cómo presentarse ahora que no puede acompañar su nombre de un cargo y un puesto? ¿Cuál es su identidad personal, ahora que perdió su identidad corporativa?

Cuando cambiamos de situación laboral es necesario aprovechar el impasse para hacer un alto en el camino y revisar cuál es realmente nuestra marca personal. Esto nos obliga a reflexionar sobre qué nos diferencia, qué sabemos ofrecer a nuestros posibles clientes y por qué deberían contratarnos. Es decir, aprender el arte de la «expertología» y aplicarlo a nuestra identidad personal.

La identidad personal es el perfume que dejamos al salir de la habitación. Lógicamente se transformará con el tiempo, según nos rediseñemos para adaptarnos a las necesidades cambiantes de nuestros clientes.

Frente a la identidad corporativa, que nos impregna de prestigio por pertenencia, la identidad personal nos da prestigio por ser.

No obstante, ambos conceptos –identidad personal e identidad corporativa- no son en absoluto antagónicos. Es más, son conceptos complementarios si cambiamos una simple preposición al pensar en nosotros mismos respecto a nuestra empresa: Es decir, si pasamos de “trabajar en” a “trabajar con”.

La empresa se puede beneficiar tanto de la potente marca personal de un empleado como al contrario. Se trata de una simbiosis, de un círculo virtuoso en el que ambas partes tienen mucho que ganar:

  • La persona, la reputación y el prestigio de trabajar con un equipo de profesionales de alto nivel, acceder a información y conocimiento actualizados del sector, etc.
  • La empresa, la red de contactos y la visibilidad de un individuo que sabe manejarse, encontrar oportunidades o tendencias y hacer Networking en redes profesionales como LinkedIn.

Para que la relación sea fructífera y prospere, puede hacerse necesario establecer ciertas “normas no escritas” entre las partes. En cuanto a las redes sociales, las empresas no suelen tener códigos escritos de actuación de sus empleados más allá de una simple batería de recomendaciones, tanto de lo que se sugiere hacer (recomienda, comparte, da likes…) como de lo que no es deseable hacer (comentarios personales, ofensivos, revelar información confidencial…).

Quizá esta relación sería mucho más interesante y próspera para ambos si desde dentro de la compañía se ayudase a los colaboradores a crear, mejorar y publicitar su marca personal. ¿Cómo?

  1. Ayudando en ese proceso de autoconocimiento que es el personal branding.
  2. Dando a conocer qué es y qué no es una marca personal, y qué beneficios puede suponer para ambas partes (sobre todo para la persona en términos de proyección personal y, por qué no, empleabilidad en un entorno tan cambiante como el presente).
  3. Cómo alinear la marca personal con la marca corporativa: explicitando el código de conducta de actuación.
  4. Cómo hacer marketing de la marca personal alineado con el marketing (sobre todo digital) de la compañía. En este sentido se mostrarían las estrategias de publicación de contenidos de la marca en redes sociales y profesionales, y cada colaborador, siguiendo ciertas recomendaciones, podría establecer cómo alinear esa estrategia con la suya propia (siempre de forma voluntaria).

Para lograr esta simbiosis perfecta cabría recordar “los siete pecados capitales de la marca personal” de los cuales el colaborador debe ser consciente y evitar sobre todo en redes profesionales de gran visibilidad como LinkedIn, donde tanto él como su empleador van a estar seguro:

  1. Soberbia: Entendida como falta de humildad (presunción de sueldo o empresa sin aportar valor adicional).
  2. Envidia: Intentar parecernos a otras personas a las que admiramos de nuestra empresa o de otras.
  3. Pereza: Falta de constancia: si decides tener una marca personal, es imprescindible seguir el plan de acción consensuado con uno mismo en cuanto a publicaciones, comentarios, compartición de contenidos, etc.
  4. Ira: Dejarnos llevar por arrebatos o prejuicios, lo cual hace daño tanto a la marca personal como a la corporativa.
  5. Avaricia: Priorizar los méritos propios respecto a otras personas con las que trabajamos. Nadie consigue nada solo, nunca.
  6. Gula: Buscar contactos por cantidad, no calidad.
  7. Lujuria: Yo, mí, me, conmigo. Cuando parece que no existe nadie más en el departamento o en la empresa.

Para saber más: 

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