El cerebro es un músculo que se puede entrenar a diario… también cuando somos adultos. En su obra «Cerebroflexia«, el investigador David Bueno i Torrens hace un acercamiento tan riguroso como didáctico al funcionamiento del cerebro, y ofrece algunas pautas para obtener el mayor rendimiento posible. Una de las claves es sin duda la creatividad. En una reciente entrevista, Bueno i Torrens define la creatividad como “la capacidad de relacionar objetos o ideas aparentemente desconectados”. Esta habilidad que tenemos de niños puede y debe prolongarse en la edad adulta, enseñando al individuo a ser crítico consigo mismo, a tener un sentido del humor saludable, y a ser capaz de discutir de forma constructiva sobre temas que no tienen por qué estar ligados a su ámbito de expertise, algo que resume muy acertadamente como “mantener viva la motivación para ver más allá de lo evidente.”

Sin embargo, si son tan evidentes los beneficios de entrenar nuestro cerebro a través de técnicas creativas, ¿por qué muchos adultos se consideran a sí mismos “poco creativos” y de “escasa imaginación”? ¿Por qué en las empresas se crean áreas específicas de I+D+i, en vez de fomentar el pensamiento creativo como “way of thinking” en toda la organización?
¿Es la creatividad una forma de locura?
En primer lugar es importante concretar qué es la creatividad y entender que todos los seres humanos lo somos, en mayor o menor medida, y que no es necesario ser un genio, una persona extravagante o un “freak” para dar rienda suelta a nuestro potencial creativo.
La creatividad es imprescindible dentro de las empresas para buscar respuestas a problemas cotidianos más allá de los límites establecidos, y proponer ideas renovadoras que permitan que cada colaborador, independientemente de su rol, empuje con energía positiva la actualización constante de su área o de la empresa.
Para conseguirlo, las empresas deben crear espacios y proporcionar los recursos necesarios para que la creatividad fluya y germine. No es suficiente con organizar brainstormings al inicio de un proyecto o cuando se necesitan nuevas ideas para resolver un problema o situación. El pensamiento creativo, tal y como lo define Edward de Bono, es un hábito que hace que las personas se cuestionen la manera de hacer las cosas y que propongan otras nuevas, diferentes y quizá mejores. No se trata solo de mantener el status quo y de hacer que todo siga bien, sino de introducir el pensamiento creativo de una manera sistemática en la resolución de problemas o conflictos. Esto puede chocar, sobre todo en las empresas más jerarquizadas, con la tendencia a pensar que “si funciona, es mejor no tocarlo”, lo cual puede provocar que cuando se tenga que reaccionar para frenar el embiste de la competencia o una situación de crisis ya sea demasiado tarde.

¿Cómo fomentar el pensamiento lateral?
Según el Concise Oxford Dictionar, el pensamiento lateral consiste en «tratar de resolver problemas por medio de métodos no ortodoxos o aparentemente ilógicos». La palabra “aparentemente” introduce un toque de imprecisión o, como se apuntaba antes, “de locura” en la forma en que se piensa y actúa. Pero también implica rigor en la aplicación de ciertas técnicas para que de forma sistemática y rigurosa las personas o equipos que las practican sean capaces de llegar al objetivo predeterminado. En su ya clásico de 1994 “El pensamiento creativo”, Edward de Bono define varias técnicas que sin duda ayudan a desarrollar de forma sistemática el pensamiento creativo: los seis sombreros para pensar, la pausa creativa, el foco, el cuestionamiento, alternativas, el abanico de conceptos, la provocación y el movimiento, la aportación del azar y técnicas de sensibilización.
Introducir todas o algunas de estas técnicas en una organización no es sencillo, ya que requiere una cultura empresarial abierta, con una jerarquía aplanada y sobre todo, un estilo de liderazgo en el que las ideas (vengan de quien provengan) no solo sean escuchadas, sino fomentadas. Si se considera la creatividad como algo que se aplica en momentos esporádicos (cuando hay que renovar un producto o servicio o cuando es necesario tener puntos de vista alternativos al comenzar un proyecto, por ejemplo), será habitual que “los creativos de la organización” sean llamados en esas situaciones, desaprovechándose el enorme potencial creativo y de pensamiento lateral de los demás empleados que, sin duda, tendrían mucho que aportar. Un lujo que las organizaciones del siglo XXI, sometidas a continuos procesos de transformación y cambio, no se pueden permitir.
Para saber más:
- Bueno i Torrens, David. Cerebroflexia. El arte de construir el cerebro. https://www.amazon.es/Cerebroflexia-David-Bueno-i-Torrens/dp/8416620113/ref=sr_1_1?s=books&ie=UTF8&qid=1459079213&sr=1-1&keywords=cerebroflexia
- De Bono, Edward. El pensamiento creativo: El poder del pensamiento lateral para la creación de nuevas ideas. https://www.amazon.es/El-pensamiento-creativo-creaci%C3%B3n-Biblioteca/dp/8449307139/ref=sr_1_1?s=books&ie=UTF8&qid=1459079156&sr=1-1&keywords=el+pensamiento+creativo