La creatividad se asocia generalmente a inspiración. Se considera un talento natural con el que se nace, y que diferencia a determinado tipo de personas frente a aquellos poseedores de una inteligencia más matemática o científica. Sin embargo, la creatividad se puede desarrollar y ejercitar conscientemente, y ser aplicada en un modelo de pensamiento que utilice la información disponible no como fin, sino como medio para llegar a la resolución de los problemas planteados.
Frente al pensamiento lógico o vertical, el pensamiento lateral –tal y como lo planteó Edward de Bono en su ya clásica obra “Lateral Thinking” de 1967- se relaciona con los procesos mentales de la creatividad, así como de la perspicacia y del ingenio. Sin embargo, lo que diferencia al pensamiento lateral de dichos procesos es la voluntariedad, es decir, su aplicación consciente y objetiva para la resolución de un problema o situación determinados. Respecto al pensamiento lógico, el pensamiento lateral se basa en que las ideas cambian y evolucionan, se transforman al ser contrastadas con otras ideas o realidades, lo cual es la base del proceso evolutivo de la ciencia, el arte o la música.
En el contexto de la enseñanza y el aprendizaje, el pensamiento lateral se basa justamente en el proceso mental de la perspicacia para provocar la reagrupación de los datos, en vez de su memorización y posterior repetición (que es la base de la mayoría de los métodos formativos y programas de enseñanza actuales.) A través de la perspicacia, la creatividad y el ingenio la mente es capaz de crear modelos flexibles de procesamiento de la información, así como procesos creativos conscientes que pueden ser aplicados, mejorados y empleados según cada ocasión. Justamente esta es la base de la evolución y de la innovación, en un sentido tanto antropológico como social.
El pensamiento lateral subyace en el llamado Aprendizaje Basado en Problemas o PBL, una estrategia de enseñanza-aprendizaje que busca la adquisición de conocimientos además del desarrollo de competencias, actitudes y valores. En este tipo de enfoque, los participantes analizan y buscan resolver motu proprio un problema determinado con la guía de un tutor u orientador. En los PBL se consigue no solo alcanzar los objetivos de aprendizaje planteados, sino hacer comprender de forma práctica y vivencial la importancia del trabajo colaborativo, mientras se desarrollan las habilidades de escucha activa, exposición y comunicación/negociación, así como el compromiso con el aprendizaje propio: si no participas, no lo entiendes. Estas son algunas de las bases del aprendizaje del siglo XXI que moldean el tipo de profesional del futuro a corto plazo.
En el ámbito de la enseñanza ya se están empezando a aplicar estos métodos educativos revolucionarios de “aprendizaje lateral”. Un ejemplo de actualidad es el de los tres colegios jesuitas españoles con su enfoque de trabajo por proyectos, flexibilidad y aprendizaje autónomo en vez de exámenes, libros y clases magistrales. En este experimento educativo, el trabajo es interdisciplinar, colaborativo, los profesores hacen preguntas y los niños buscan respuestas con libertad, en un método pedagógico de aprendizaje por descubrimiento guiado que se conjuga el pensamiento vertical con el lateral. Y con jóvenes universitarios, existen iniciativas tan interesantes como la de la Universidad de Mondragón en la que los alumnos deben montar su propia empresa y facturar 15.000€ para poder licenciarse. Un gran paso sin duda hacia el pleno empleo y la valoración del autoempleo y el emprendimiento.
En el ámbito corporativo el aprendizaje lateral es imprescindible. En un entorno cambiante donde las empresas y su oferta de valor deben rediseñarse constantemente para anticiparse y adecuarse a un modelo centrado en el usuario, la capacidad de las personas para encontrar respuestas creativas a los retos del día a día es lo que les diferenciará como profesionales de valor agregado. Se trata de saber buscar respuestas de forma proactiva, colaborativa, compartiendo con los demás la situación para encontrar la mejor respuesta de entre las posibles. ¿Cómo? A través de las redes sociales corporativas y públicas se desarrolla esa habilidad y “desinhibición” para atrevernos a plantear abiertamente problemas y a aportar soluciones desde nuestras áreas de conocimiento y de expertise. Con metodologías como la gamificación es posible relajar la mente de esos prejuicios y limitantes, abriéndola para resolver las misiones planteadas de forma activa, provocando un cambio consciente en nuestros comportamientos y actitudes. Las nuevas tecnologías (APPs, gardgets y wearables) junto con una actitud abierta y flexible, ejercitada con determinadas técnicas y metodologías, lo hacen posible.
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